Seguimos la historia de nuestro pequeño aristócrata favorito con la presencia de más anacronismos. Ciel acaba saliendo de su ensimismamiento en el momento en el que Sebastian está apunto de devorar su alma. Por tanto, ya tenemos a todos los personajes en acción. Gracias al análisis de una muestra de vegetación que Sebastian manda a Londres, se dan cuenta de que en realidad lo que ocurre en la aldea del bosque no es el efecto de un miasma o de la magia, sino que lo que envuelve al misterio del hombre lobo es un tipo de gas tóxico. Investigando por el castillo acaban desmontando la farsa: los hombres lobo que protegen el bosque no existen, el miasma no es de origen mágico y tanto la aldea como los aldeanos son un teatrillo. Resulta que Sieglinde Sullivan es la hija de unos científicos que estaban investigando sobre la creación de gases tóxicos que se pudiesen utilizar como armas biológicas. Debido al alto cociente intelectual de la niña, la aislaron y construyeron una aldea envuelta en una historia ficticia para que ésta se concentrase y dedicase su existencia solamente a la creación del gas tóxico más mortífero. Le vendaron los pies para evitar que pudiese moverse y la convirtieron en la Bruja Verde, haciéndole creer que lo que en realidad estaba haciendo era crear la magia extrema que salvaría a todos los aldeanos. Este experimento, financiado por el gobierno alemán, logra un éxito total cuando Sieglinde, sin ser consciente de ello, acaba creando el mortífero gas sarín. No obstante, Ciel y Sebastian le hacen darse cuenta de esta treta y desvelan que los aldeanos y los hombres lobo son en realidad militares del gobierno con geolocalizadores. Los militares comienzan a perseguir a Ciel y compañía mientras se llevan consigo a Sieglinde. ¿Querrá irse con ellos a conocer el mundo exterior después de que toda su vida haya sido una mentira?
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